La dos primeras entradas de este año 2016 van a estar dedicadas al yogur con bífidus. Ésta de hoy se centrará en el yogur normal y la siguiente se ocupará de la variedad desnatada. Por cierto, he tomado la decisión de no incluir productos de la cadena de supermercados Día ya que tienen la mala costumbre de utilizar distintos fabricantes para sus marcas blancas, por lo que los datos que yo recojo aquí en el Sur de España no son válidos para el mismo producto comprado en otra zona del país.
Entrando en materia, en primer lugar resulta interesante aclarar qué tienen de particular estos yogures. Las bifidobacterias pertenecen a una familia de microorganismos a la que se le atribuyen diversas propiedades beneficiosas para la salud humana, especialmente para todo lo relacionado con el intestino (su hábitat natural). Para conocer dichas propiedades en detalle, no hay más que visitar esta página de la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos.
La marca Dadone fue pionera en utilizar este tipo de bacterias para fermentar la leche en sus yogures BIO, una denominación comercial que tuvieron que cambiar en 2006 ya que la legislación europea determinó que ese nombre solo se podía utilizar en productos ecológicos. Así que se rebautizó como Activia. En la actualidad, prácticamente todas las marcas tienen su propia línea de yogures con bífidus, aunque no todos son iguales.
Efectivamente, las bifidobacterias es el nombre genérico de una familia muy amplia y cada fabricante utiliza la variedad concreta que considera más oportuna, dato que no ofrece en el etiquetado del producto. Pero, además, la generación de efectos positivos en nuestro organismo depende de la cantidad de bacterias que contenga el yogur y también de que permanezcan vivas en el momento de consumirlo. Estos datos tan relevantes tampoco se nos ofrecen en la etiqueta, por lo que estamos consumiendo a ciegas, como sucede en muchas otras ocasiones.
Hecha esta salvedad, aquí está la tabla comparativa con los yogures con bífidus (excepto los desnatados, a los que dedicaré la próxima entrada). Como se puede observar, más de la mitad se pueden consumir sin preocuparse de los aditivos, bien porque no tienen o bien porque están marcados en color verde (inocuos). En la última columna de la derecha he marcado cuáles contienen azúcares añadidos y cuáles no, otorgando preferencia a estos últimos, no solo porque el azúcar debe ser consumida con moderación, sino también porque me parece preferible que los yogures vengan sin endulzar para que luego cada persona decida qué utiliza para darle el punto de dulzor preferido: miel, estevia, azúcar de caña o cualquier otra sustancia. Por tanto, las más recomendables de todos me parecen las variedades naturales de Activia, Carrefour, Hacendado, Milbona, Milsani y Vraí.
En color amarillo aparecen el sorbato potásico, E-202, la goma garrofín, E-410, y la goma guar, E-412. ya que en personas sensibles pueden producir alguna reacción alérgica, aunque en la mayoría de la población, no.
Y marcados en rojo encontramos algunos aditivos ya conocidos como el E-120, colorante cochinilla, que es absolutamente innecesario y en algunas personas puede producir reacciones alérgicas (asma y perturbaciones gastrointestinales). Además, es repugnante ya que se obtiene machacando unos insectos llamados cochinillas. También aparece el E-407, carragenanos, de los que ya he hablado infinidad de veces debido a que su presencia es muy habitual en los alimentos. Entre otros posibles efectos, este aditivos podría llegar a producir debilitamiento del sistema inmunitario, úlceras a nivel de la mucosa cólica y reducción de la absorción de calcio y potasio. La Organización Mundial de la Salud (OMS) desaconseja su utilización en alimentos infantiles.
Los dos últimos aditivos en color rojo son los edulcorantes E-950, acesulfamo potásico, y E-955, sucralosa. Sobre el primero es interesante saber que la aprobación de su comercialización se realizó únicamente en base a estudios sufragados por los fabricantes, por lo que desde diversos sectores científicos se reclama la realización de estudios independientes; máxime cuando algunos ensayos han encontrado que este edulcorante puede provocar alteraciones genéticas en ratones. Acerca de la sucralosa, hay que tener en cuenta que, entre otros estudios, existe una investigación científica con ratas realizada en Brasil en 2010 cuyos resultados afirman que el consumo de sucralosa “disminuye el peso fetal y la longitud del cordón umbilical, lo que sugiere el paso de la sucralosa a través de la membrana placentaria”. Ante la duda, creo que es mejor tratar de evitarla.
En definitiva, mi recomendación acerca del yogur con bifidobacterias es clara: mejor comprar alguna de las marcas sin aditivos ni azúcar y luego endulzarlo en la medida que quieras con la sustancia que más te guste o más te convenga.
Otras fuentes:
– “¿Veneno en su plato?”. Editado por la OCU (Organización de Consumidores y Usuarios).
– “Guía completa de aditivos alimentarios“.