Icono del sitio No+Aditivos

Aspartamo, el dulce veneno. Primera parte: Una aprobación interesada

A día de hoy es tremenda la polémica que hay abierta sobre si este aditivo resulta o no dañino para la salud. Frente a las centenares de páginas que alertan sobre su toxicidad se alzan las voces de la industria y de las agencias de seguridad alimentaria afirmando que se trata de uno de los aditivos más estudiados de la historia y que no hay motivo para preocuparse. Hay quien, incluso, califica las alertas contra este producto como «leyendas urbanas».

Pues bien, después de mucho leer y escuchar voy a aportar los datos más relevantes que he encontrado sobre este edulcorante artificial, muchos de ellos provienen del excelentemente documentado trabajo «Nuestro veneno cotidiano» de la periodista Marie-Monique Robin.

El aspartamo (E-951) es un potente edulcorante que fue descubierto por casualidad en 1965 cuando a James Schlatter, químico de la empresa norteamericana Searle (hoy día integrada Pfizer), no se le ocurrió otra cosa que chuparse la mano mientras desarrollaba un nuevo medicamento para las úlceras. Ese polvillo blanco con el que estaba trabajando era extremadamente dulce (casi 200 veces más endulzante que el azúcar) y no aportaba calorías, por lo que intuyeron que podían obtener grandes beneficios si lograban sacarlo al mercado como edulcorante.

Para lograr la autorización de la FDA (agencia estadounidense encargada de la seguridad alimentaria) Searle realizó una serie de estudios que eran obligatorios para determinar la inocuidad de su consumo. Estos estudios presentaban graves deficiencias metodológicas que fueron detectadas por la propia FDA a través de varios grupos de trabajo cuyos informes revelan que, por ejemplo, no realizaban la autopsia a los animales que morían hasta pasado un tiempo (incluso un año), de manera que el avanzado estado de descomposición impedía determinar la causa de la muerte, o también la eliminación quirúrgica de masas tumorales en algunas de las cobayas, lo que reducía el número de cánceres cerebrales que se contabilizaban en el resultado final. Al parecer Searle también «olvidó» incluir los resultados de otros importantes estudios realizados en las universidades de Wisconsin e Illinois, que obtuvieron resultados parecidos: de siete monos jóvenes que consumieron aspartamo, uno murió y cinco acabaron con epilepsia. A la luz de estos resultados, la autorización para la comercialización del aspartamo es inmediatamente suspendida y la FDA presenta una denuncia contra Searle por ocultación de datos y declaración falsa.

Donald Rumsfeld

Entre tanto, en 1977 Donald Rumsfeld (sí, el mismo que se equivocó sobre las «armas de destrucción masiva» en Irak) es nombrado presidente de Searle. Donald Rumsfeld había sido Secretario de Defensa bajo la presidencia de Gerald Ford pero, tras la victoria de Jimmy Carter en las presidenciales, se quedó fuera de la escena pública y fue inmediatamente fichado por esta multinacional. También se produce otro fichaje llamativo: el fiscal Skinner, encargado de la instrucción del caso contra Searle, es contratado por el bufete de abogados que trabajaba para dicha empresa. El nuevo fiscal que ocupó el puesto, William Conlon, dejó la instrucción del caso guardada en el cajón hasta que pasaron los plazos y prescribió. Curiosamente, en enero de 1979 fue fichado por el mismo bufete de abogados de Searle.

En 1979 la FDA crea una comisión de investigación pública para analizar toda la información disponible sobre el aspartamo hasta la fecha cuya resolución, un año después, fue la siguiente: «Se prohíbe la utilización del aspartamo en los alimentos hasta que no se resuelva su potencial cancerígeno mediante nuevos experimentos. No ha llegado a probarse ante esta comisión que el aspartamo es seguro para su uso como aditivo alimentario en sus condiciones de uso previstas».

Un mes y medio después Ronald Reagan gana las elecciones y Donald Rumsfeld, que sigue al frente de Searle, se une al «equipo de transición» encargado de hacer los preparativos para el desembarco de la nueva administración del presidente Reagan. Rumsfeld consigue realizar cambios relevantes en el Departamento de Sanidad sustituyendo, entre otros, al director de la FDA. El 15 de julio de 1981, el nuevo responsable, Arthur Hayes, autoriza la salida al mercado del aspartamo para los alimentos secos (chicles, pastillas de edulcorantes, etc.) y, en 1983, amplía la autorización a las bebidas gaseosas y, después, al resto de categorías alimentarias.

Imagen de Jppi

Así pues, a pesar de las demostradas irregularidades en los estudios de la empresa Searle, de las sospechas sobre el potencial cancerígeno del aspartamo, y de las recomendaciones de prohibición de la comisión de investigación pública, el nuevo director de la FDA autorizó su comercialización como aditivo. Automáticamente, sin realizar ningún nuevo estudio, todas las agencias de seguridad alimentaria del mundo aprobaron el uso del aspartamo. Si lo ha aprobado la FDA, será seguro…

En la próxima entrada le seguiremos la pista a los estudios realizados sobre el aspartamo desde 1981 hasta ahora.

 

Salir de la versión móvil