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El plástico en nuestra orina

Imagen: DES Daughter (Flickr)

Imagen: DES Daughter

Esta semana no toca análisis comparativo, sino reflexión en voz alta.

No son pocas las veces que he hablado en este blog acerca de los riesgos del bisfenol A, un disruptor endocrino que nos rodea en nuestra vida cotidiana: envases de plástico, recubrimiento interior de latas de conserva, discos de CD o DVD… e incluso en los papeles para impresión térmica (recibos de supermercados y de cajeros automáticos). Y lo peor es que su capacidad de transferencia es muy alta, es decir, que con mucha facilidad contamina cualquier alimento o a cualquier organismo vivo que entra en contacto con él.

Tal es nuestro nivel de exposición al bisfenol A, que está presente en cualquier muestra de orina de cualquiera de nosotros (sí, en tu orina también).

Vale, estamos contaminados por bisfenol A, ¿y qué problema hay? Pues que cada vez es más amplio el catálogo conocido de posibles consecuencias negativas para nuestra salud que se está descubriendo sobre esta sustancia. Entre otras:

Imagen de Steven Depolo

Pero, como digo, parte de esta información ya la he comentado con anterioridad. La novedad ahora es un reciente dictamen de la EFSA (Agencia pública de salud alimentaria de la Unión Europea) asegurando que no tenemos motivos para preocuparnos. Aunque reconoce la existencia de estos posibles perjuicios para nuestra salud, la EFSA dice que no va a adoptar ninguna prohibición sobre el bisfenol A (BPA) porque nuestros niveles medios de exposición a esta sustancia son muy inferiores a los necesarios para que nos afecte . O sea, que es un veneno, pero que en general la gente no está tomando tanto como para que su salud se vea perjudicada…

Vamos a ver, señores de la EFSA: ¿saben cuántas latas de comida o bebida tomo yo al día? ¿Conocen cuántos recibos del supermercado manejo a diario? ¿Tienen datos acerca de los discos en CD o en DVD que utilizo habitualmente? Pues no.  Ni lo saben ni les importa, porque sus intereses son otros.

Parece ser que sus intereses son básicamente económicos. Los miembros de la EFSA parecen encontrarse más receptivos con los pocos estudios financiados por la industria relacionada con el bisfenol A, cuyos resultados curiosamente nunca encuentran efectos nocivos en esta sustancia, mientras que se olvidan de las más de 14.000 investigaciones que sí detectan grandes riesgos en la exposición al bisfenol, según explica el doctor Nicolás Olea, experto en la materia, en este artículo.

Son miles de millones de euros los que están en juego. La industria del bisfenol está poniendo toda la carne en el asador para evitar una posible prohibición del uso de esta sustancia (como ya ocurre en Francia desde el 1 de enero) porque las pérdidas económicas serían enormes. Aceptaron a regañadientes la prohibición del uso de bisfenol A en los biberones, pero no están dispuestos a que se ponga en peligro su negocio… aunque esto suponga un riesgo para la salud de la población. Esto mismo ocurrió con el amianto, negando durante años que era cancerígeno, hasta que las evidencias eran ya de tal magnitud que las autoridades no tuvieron más remedio que prohibirlo. Aún hoy día siguen muriendo personas por su exposición al amianto en el pasado.

Además, la EFSA se olvida de dos aspectos de vital importancia para medir los efectos del bisfenol A: su acción combinada con otras sustancias similares y sus efectos por acumulación. Así es, el bisfenol A no es el único tóxico al que estamos expuestos en nuestro día a día. Según un informe de la Agencia de Protección Ambiental de Dinamarca, en los productos plásticos se utilizan unas 132 sustancias problemáticas, algunas de ellas sospechosas de ser cancerígenas o disruptoras endocrinas. Sin embargo, los estudios en los que se ha basado la agencia europea se ciñen exclusivamente al bisfenol A, sin tener en cuenta la acción combinada con otros tóxicos. Y, de otro lado, ya he comentado en este blog con anterioridad, que nuestra grasa corporal es un almacén de sustancias tóxicas, por lo que no solo hay que preocuparse de nuestra exposición al bisfenol cada día, sino la suma de todos los días de nuestra vida (e incluso puede que desde antes de nacer).

En definitiva: no solo hay que intentar reducir nuestra exposición al bisfenol A (e incluso a sus sustitutos como el bisfenol S), sino que también debemos preocuparnos por la pasividad de quienes tienen que velar por nuestra salud, como la EFSA, que parecen demasiado sensibles a las presiones de los grupos de presión provenientes de la industria. Aunque mentiría si dijera que me extraña esa forma de comportarse.

Si tienes tiempo, te recomiendo la lectura de este exhaustivo artículo del periodista Carlos de Prada sobre este tema y, de paso, este otro documento preparado por el mismo autor para la web Hogar sin Tóxicos.

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